Ante las nuevas condiciones laborales revisar la opción de mantener el trabajo remoto de manera permanente puede ser una solución para las empresas pero debe considerar otras implicaciones
El home office resultó ser una excelente práctica que ayudó a mantener a flote a muchas empresas que, a tiros y jirones, lograron adaptarse a la contingencia sanitaria por el Covid-19 y continuar funcionando en lo que podría ser ya una “nueva normalidad”.
Varias empresas comienzan a plantearse la real necesidad (en algunos casos necedad) de tener trabajando a los empleados en modo presencial en sus oficinas comparándola con la experiencia recién adquirida a la fuerza por la contingencia.
Ya en distintas circunstancias y niveles, las autoridades han hecho énfasis en que la “nueva normalidad” implica cambios importantes en la forma de hacer las cosas respecto a cómo se hacían antes de que la aparición del Covid-19 en nuestras vidas.
Revisión de costos para las empresas
Twitter, por ejemplo, ha decidido tomar la delantera en las decisiones relacionadas con el trabajo a distancia y anunció que permitirá que sus empleados puedan continuar trabajando de forma remota, al menos hasta finalizar el año con posibilidad de hacer permanentemente.
La medida es atractiva en sí misma, otras empresas tecnológicas como Alphabet Inc (Google) o Facebook Inc también han decidido dejar a cierta la posibilidad a que sus empleados trabajen a distancia hasta finales de año, como una manera de probar la medida para una aplicación permanente.
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Ante las nuevas medidas dadas a conocer por el gobierno mexicano (consúltalas aquí), que incluyen, por ejemplo, asegurarse que los trabajadores estén a un mínimo de 1.5 metros de distancia entre sí o que se instalen “barreras físicas” entre ellos en su defecto, las empresas comienzan a valorar la posibilidad de mantener el trabajo a distancia.
Los costos que implicaría la remodelación de oficinas o la compra de materiales de papelería exclusivos para cada uno de los trabajadores, obliga al análisis de las áreas administrativas que, ante tales circunstancias, están sugiriendo cada vez más establecer mecanismos de trabajo remoto en la medida de lo posible.
No todos quieren el home office
Según el estudio realizado por The Wellness an Productivity Project, 41 por ciento de los mexicanos ha declarado trabajar más horas derivado del trabajo remoto, 32 por ciento afirma que trabaja menos y 27 por ciento asegura que trabaja lo mismo; lo que significa que 68 por ciento asegura que trabaja lo mismo o más que en la oficina.
Pese a las ventajas que implicaría el trabajo remoto, solo 25 por ciento de los 1 mil 039 entrevistados aseguró que preferiría continuar con el mecanismo de trabajo a distancia, 59 por ciento (prácticamente dos de cada tres) asegura que estaría dispuesto a hacerlo solo dos veces por semana, mientras que 16 por ciento dijo que no estaría dispuesto a seguir en esta dinámica.
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Pese a ello, 68 por ciento (dos de cada tres) asegura que además del trabajo ha podido dedicar tiempo a los quehaceres del hogar, casi la mitad de los encuestados (43 por ciento) afirma que come mejor y más sano desde que empezó el confinamiento y, contrario al imaginario popular, solo 3 por ciento dice comer mal y haber optado por la comida chatarra.
Cuestiones a considerar en la transición
La transición a un home office permanente implica un gran reto para las empresas que; sin embargo, podría traerle beneficios económicos en el corto, mediano o largo plazo, pero hacerlo de forma precipitada también le podría acarrear consecuencias que podrían poner en riesgo su operatividad.
Claro que el panorama no tiene que ser blanco y negro y las empresas podrían optar por esquemas relacionados con la reducción de días laborales o esquemas mixtos que encuentren el equilibrio entre el trabajo presencial y el remoto.
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El principal problema para las empresas parece seguir siendo la definición de objetivos para los trabajadores remotos que, en la ausencia de estos, parecen estar compensando aumentando el número de horas de trabajo.
Sin lugar a dudas el futuro implica un reto mayor para las empresas que ahora deberán determinar mecanismos más precisos y coordinados de trabajo entre sus áreas para obtener los mejores beneficios y minimizar los riesgos en esta transición.
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